Description
Es difícil mirarla y no imaginarla en movimiento.
Quizá alguien la llevó puesta durante una danza larga, con tambores de fondo y polvo rojo bajo los pies. Tal vez formó parte de un ritual en el que no hacía falta hablar porque los gestos —y los silencios— lo contaban todo.
Esta máscara de los Bamileke, originaria del oeste de Camerún, no busca imitar un rostro humano. Busca algo más profundo: encarnar espíritus animales, canalizar la fuerza de los búfalos, la ligereza de los pájaros, el misterio de los elefantes.
Está hecha a mano, con tela reforzada por fibras vegetales y bordada con diminutas cuentas de vidrio y coral. Algunas ya no están. Otras cuelgan torcidas. Y ahí está lo bello.
No brilla, no se impone, no pretende nada. Pero tiene algo que atrapa. Tal vez por la forma en la que el tiempo se ha ido quedando en sus hilos, en sus rotos, en ese equilibrio inestable entre lo que fue y lo que sigue siendo.
¿La colgarías en una pared blanca? ¿La dejarías sobre una consola antigua? ¿O simplemente la mirarías un rato sin saber muy bien por qué?
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